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La digievolución de los economistas

“No volverás a ver la vida con los mismos ojos”. Así de tajante acaba el texto de la contracubierta de La lógica oculta de la vida. Dejando a un lado la grandilocuencia de la expresión, con este libro Tim Harford ha puesto en tela de juicio que la gente comprenda realmente el mundo en el que vive. Y lo ha hecho abriendo la puerta y dejando que se instale entre sus páginas una teoría muy importante y, a la vez, tan sumamente desconocida: la teoría de la elección racional.

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La lógica oculta de la vida defiende que en nuestros comportamientos subyacen elecciones racionales que responden a compensaciones y a estímulos. Cuando los costes o los beneficios de algo cambian, explica Harford, la gente modifica su comportamiento e intenta predecir las consecuencias de sus acciones. “¿Soy una persona racional?”, se pregunta uno, “¿acaso compro Pepsi cuando el precio de la Coca-Cola sube?”. La respuesta dependerá de si el coste supera el beneficio, está claro. Sin embargo, ¿se podrá entender hasta qué punto esta economía básica está presente en las actividades cotidianas que realizamos?

El autor quiere creer que sí, y apuesta por escribir en un lenguaje sencillo para facilitar dicha tarea. El planteamiento de situaciones cotidianas tales como la adicción, las “citas rápidas” o el juego, exige un estilo claro y espontáneo que creé afinidad con la persona que sujeta el libro. Por ello, Tim Harford habla directamente al lector, le lanza cuestiones, y en ocasiones, ofrece ese toque de humor que se agradece cuando los capítulos están sumergidos en materias densas como la economía. ¿Consumir drogas es, por ejemplo, una acción racional? El autor propone a quien piense que no, sustituir “probar una droga nueva” por “casarse” y las palabras “mono” por “divorcio”. Qué agudo.

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Más allá de las bromas, La lógica oculta de la vida no deja de ser un libro con un objetivo didáctico. Harford ejemplifica cada caso que plantea, una, dos y tres veces. En ocasiones, hasta sigue manteniendo ese vínculo “autor-lector” narrando vivencias personales para aportar algún que otro modelo más ilustrativo. Todo con la finalidad de que el concepto sea entendido.

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El valor añadido se encuentra en matices como este. Nadie quiere leer 306 páginas colapsadas de información que, con un discurso lineal, expongan  – que no expliquen – ideas complicadas para alguien que no es economista. Sólo los buenos trabajos saben cómo dar un buen contenido de una manera óptima. Y para alegría de muchos, este libro pertenece a esa élite. La lógica oculta de la vida reúne entre sus páginas una gran cantidad de información – estudios, ensayos, libros, experimentos de laboratorio, entrevistas hechas por el autor, etc. – que no hacen sino demostrar la extensa documentación previa que realizó Tim Harford para complementar y sobre todo fundamentar sus conclusiones sobre la teoría de la elección racional y su vertiente, la “teoría del juego”.

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¿Qué hace un economista preocupándose de estos asuntos? Pregunta al aire el propio Harford, como si además de analizar la conducta racional del ser humano también leyera la mente y supiera qué es lo que se preguntaría cualquiera al hojear su libro. Parece que se tiene interiorizado que los economistas “pierdan la cabeza”, entre otras cosas, por las estadísticas inflacionarias y la bolsa de valores. Tanto es así, que la afirmación del autor de que existe una generación de economistas que está estudiando aspectos nuevos sobre la delincuencia, los juegos del azar, el matrimonio, los guetos y el racismo, puede llegar a sorprender. No obstante, es necesario que se descubra – como muy bien indica el título del libro – la lógica que está oculta en la vida, tanto para comprender qué pasa, como para buscar soluciones a todo aquello que es deficiente en el sistema.

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Sin destripar lo que se guarda tras la cubierta, es interesante resaltar ciertos asuntos que hoy día podrían extrapolarse al debate interno que hay en nuestro país. El primero de todos es el de la delincuencia racional estudiada por economistas tan prestigiosos como Gary Becker. Está demostrado que en Estados Unidos la cárcel de adultos reduce la delincuencia porque un sistema carcelario lo suficientemente temible hace que el delito no compense. Es curioso porque, justamente por esa razón, en España ser un defraudador sale rentable: las multas y las penas de cárcel no suponen un coste mayor para los delincuentes que el propio beneficio.

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Otro punto – relacionado en cierto modo con lo anterior – es la lógica de los accionistas que no hacen nada en contra de las remuneraciones desorbitadas e injustas que acumulan los directivos de su empresa. Según Tim Harford, la explicación vuelve a simplificarse en costes, beneficios y consecuencias, y es que el resultado inmediato de frenar a un Consejo de Administración sería una crisis perjudicial para el negocio. Tantas molestias acabarían costándoles más dinero que si siguieran permitiendo el despilfarro de sus ejecutivos.

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Por último, podría destacarse la excelente conclusión que el libro recoge   sobre la elección racional con respecto a la política: “los típicos votantes son racionalmente ignorantes”. Parece que Harford estaba retratando la situación política en España. No es el caso. Sin embargo, su deducción de que las necesidades de unos pocos pesan más que las necesidades de muchos se refleja dentro de nuestras fronteras. Se estaría hablando de una lógica de la política racional que supone, según el autor, “la explotación de los muchos por parte de unos pocos, porque una pequeña parte de la población luchará, hará campaña y presionará mucho más fuerte que millones de ciudadanos con muy poco que perder”. El 15-M y las Elecciones Generales de 2016 son una realidad que podría ilustrar – o no – los dictámenes anteriores.

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Ya lo advirtió el autor, “nunca prometí que racional significara maravilloso.” No obstante, lo que sí es maravilloso es un libro que enseña, que quita vendas de los ojos, que hace pensar y reflexionar. Ahora se entiende la lógica que hay detrás de todo. Ojalá los economistas nunca limiten sus análisis a sencillas transacciones financieras.

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Carla Palenzuela

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